El turismo regenerativo se diferencia de la manera tradicional o convencional porque este último se enfoca en complacer al turista. Los operadores y prestadores de servicio tratan de cumplir todos los deseos de esta persona, explica Pauls.
Además, los beneficios se miden con indicadores económicos pero no se precisa a dónde llegan esos recursos. “Esto puede causar daños medioambientales y tensiones sociales porque todo está hecho a costa de la población y de los recursos locales”.
“El desarrollo convencional es degenerativo, deja los lugares en peores condiciones de lo que estaban y coarta la capacidad de los ecosistemas para sostener la vida”, agrega Araneda.
Por otro lado, también se diferencia del turismo sostenible cuyo enfoque es hacer el menor daño posible, pero “no cambia su forma de pensar la producción y la economía”.
Incluso, plantea Pauls, se distingue del turismo de conservación “en el que los recursos que gasta el turista son invertidos en programas de conservación de flora y fauna”. Si bien tiene un impacto positivo, la conservación también resulta insuficiente.
Por eso, “la idea del turismo regenerativo va un poco más allá, no se trata solamente de conservar, sino también de regenerar y reparar el daño realizado”.
Por lo tanto, se centra en el destino, en las comunidades locales, en el medio ambiente y no en el turista o en el aspecto económico.
En síntesis, se persigue el objetivo de que todos los componentes puedan experimentar bienestar como una actividad que aporta al tejido social y a la identidad local.
“La regeneración se plantea a sí misma aprendiendo e imitando a la naturaleza. Podemos generar un impacto positivo a través de lo que hacemos y por eso hay mucha inspiración que viene de observar lo natural”, añade el experto.
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