Araneda sostiene que el turismo regenerativo se basa en ciertos principios fundamentales. En primer lugar, se centra en atender la vida, la salud y la resiliencia, factores que inciden en las comunidades, pueblos y ciudades.
Esto conlleva a que los beneficios aumenten para todos y se valore la innovación, la integración social, la revitalización de la cultura y sus formas de vida, la restauración ecológica y la protección de lugares para la conservación como sitios de inspiración profunda y resguardo del origen y su memoria.
“La búsqueda del sentido del lugar es esencial ya que desde sus características y cualidades únicas enraizadas en su historia natural y cultural se puede encontrar el potencial inherente que tiene”, agrega el especialista chileno. De manera que el desarrollo turístico favorece el estilo de vida de sus habitantes.
El turismo regenerativo también propone diseñar experiencias que acompañen el ritmo de la naturaleza y la cultura del lugar. Por ejemplo, Araneda sugiere prácticas que atiendan a las cuatro estaciones del año, al calendario agrícola y a las fiestas culturales ancestrales y contemporáneas.
Por otra parte, se ocupa de promover una movilidad limpia y saludable. Preferir caminatas o el uso de bicicletas, el transporte público eléctrico y dejar como última opción el automóvil.
“El propósito de generar valor integral y la experiencia como momento cúspide nos lleva a diseñar y generar condiciones donde los viajeros, que vienen en general de las grandes urbes, con mucho estrés y falta de conexión con el medio ambiente, puedan conectar profundamente consigo mismo, con los otros y con la naturaleza para hallar salud física, emocional y sentido de vida”, agrega el experto.
Por último, también fomenta prácticas vinculadas a la agricultura local que mejoran la fertilidad de los suelos y aseguran el acceso a los alimentos para la comunidad.
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